A vueltas con la paridad


Noche de reyes del año 2054. El rey Gaspar espera con resignación para salir en la tradicional cabalgata. Él hace ya un cuarto de hora que se ató la capa y se ajustó la corona. De vez en cuando se acerca a la rendija de la puerta entrecerrada para ver los progresos de la reina. Ella sin apurarse va por el rimel de las pestañas. Todavía hay para rato. Como casi todos los años no puede evitar evadirse a los tiempos en los que eran los tres reyes magos los únicos y exclusivos encargados de la noche más mágica del año. La verdad es que está muy a gusto con ella y pasan momentos muy dulces juntos pero ello no quita para que eché de menos el compañerismo y el buen humor que reinaba entre ellos. Nada que ver con la frivolidad y esa excesiva preocupación por la imagen que gastan en los tiempos que corren y que a veces terminan exasperándole.


“Todo empezó con el vasco” recuerda con cierta amargura. Allá por septiembre solían hacer una comida de hermandad en la que aprovechaban para empezar a coordinarse  en el acopio de regalos e ir anticipándose a las novedades e incidencias que seguro ocurrirán. Sin esperar a los postres Olentzero les comunicó que le habían impuesto una compañera. Al principio todos pensaron que se trataba de una broma, pero al ver que insistía con semblante serio y que les argumentaba con que los vascos andaban cada vez más “moñas” con esto de la igualdad de género y al final le había llegado el turno a él también y que por más que se opuso  no hubo manera, acabaron creyéndole.


De todos modos, hay que reconocer que Mari Domingi lo hizo muy bien. Consciente de que no lo iba a tener nada fácil, empezó con mucha humildad y disposición, y continuó con mucho tacto y sobre todo con inteligencia para conquistar al hosco carbonero, tal y como se conquista a un buen vasco: por el estómago. A base de exquisitos guisos y sabrosas tortillas de patata Olentzero fue entendiendo que después de todo, a lo mejor no estaba tan mal eso de emparejarse por muy huraño e independiente que fuera uno.


También resultó ser una extraordinaria logista. De tal manera que Olentzero fue adoptando los consejos y directrices que ella sugería con modestia y sutilidad, y verdaderamente supusieron un gran avance para poder sacar adelante todo la carga de trabajo de estas fechas que hasta ahora había afrontado de manera más bien bruta. Sus majestades también empezaron a darse cuenta de que reunión a reunión Olentzero venía cada vez más arreglado y que cada vez decía menos juramentos (sobre todo estando ella presente).


Pero la cosa no quedó ahí. No habrían transcurrido ni veinte años cuando Baltasar les anunció que en vista de lo bien que veía al colega carbonero él también se había echado un “rollete”. Se trataba de una princesa japonesa de nombre Okonoyo. Como buena oriental era de trato muy cortés y derrochaba comedimiento y afabilidad. Sin embargo, les costó caer en la cuenta de lo persuasiva que era y para cuando quisieron reaccionar tenía al pobre Baltasar a su entera disposición, y una vez que lo hubo anulado del todo, comenzó a sembrar cizaña, aduciendo reminiscencias racistas y machistas que no solo acabaron con una unión de más de dos mil años, sino que también salpicaron a los propios vascos, que también acabaron como el rosario de la aurora, al tomar partido ella por Okonoyo y Olentzero por Melchor y Gaspar.


Con ese panorama hubo unos años que se suspendieron todos los eventos relacionados con los Reyes, Olentzero y Santa Claus y se delegó en los padres y en los amigos invisibles. Hasta que hace unos diez años hicieron un esfuerzo por retomar la encomiable labor de crear la magia de la navidad. Eso sí, Gaspar  y Melchor no desaprovecharon el periodo sabático y se casaron formalmente con Adela y Juana respectivamente,  unas  señoras muy “señoreadas” que desde el primer momento asumieron con  mucha responsabilidad e ilusión el cargo de consorte real. Olentzero y Mari Domingi, que si bien no llegaron a separarse del todo, tuvieron una crisis sentimental de estas de dormir cada uno en su habitación, consiguieron darle la vuelta, y afianzaron su relación. Santa Claus borrachín y tripero irreductible siguió como estaba soltero y sin compromiso. Baltasar hoy por hoy  sigue en paradero desconocido. 


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