El suspenso

Maldito el día en que se me ocurrió apuntarme a esta oposición. Cada vez tengo más claro que ésta es una más de las numerosas tonterías que he cometido a lo largo de mi vida. Octavo pabellón. La letra M. Unas veinte personas  a mi izquierda, quién sabe cuantas a la derecha, unas cuarenta filas atrás y otro incalculable número adelante. Un señor que no para de dar órdenes por la megafonía; no escribir nada todavía, no fumar, dejar el  DNI en la mesa …  Me resulta increíble que en estos momentos me invada un sentimiento de soledad enorme. Rodeado de unas cinco mil personas pero más solo que la una. Miro a mi alrededor sin fijarme en nada en concreto, evitando cruzar miradas con nadie. Gente de todo tipo; jóvenes la mayoría, aunque maduricos también bastantes, calvos, greñudos, rubias, morenas, gafas, piercings, gomina …

Ya han dado las diez, cada vez tengo más ganas de acabar con esta pesadilla. Parece que va empezar por fin. El señor de la megafonía ya casi amenaza más que ordena. Santa Quiteria, ayúdame si quieres, pero esta vez tómatelo con calma que si suspendo tampoco te lo tendré muy en cuenta. 


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