La visita ardiente

 La visita ardiente

Érase una vez hace muchos, pero muchos años, una pradera en la que todos los animales vivían en paz. Tanto era así que hasta se habían olvidado de todo aquello que estuviera relacionado con la maldad.


Pero un día, entre las aves e insectos que surcaban los cielos, apareció un gran pajarraco verde. Cuando se posó en la pradera, todos pudieron observar con sorpresa que aquel extraño ser no era un ave sino un reptil con dos pequeñas alas.

Como nunca se había visto nada igual, todos los animales de la pradera dejaron lo que estaban haciendo y vinieron a contemplar al recién llegado.


- ¿Y tú quién eres? - Le preguntó el oso

- Vaya una pregunta, ¿acaso no sabéis que soy un dragón? ¿La más malvada de todas las criaturas?

- ¿La más qué? - se preguntaron la mayoría casi al unísono.

- Sí, jolín, la peor de todas, la más temida.

El resto de animales seguía sin entender un pimiento.

- Pero vamos a ver, - les dijo el dragón empezando a perder la paciencia- ¿no os parezco realmente fiero?

-Es que ... usted también usa cada palabrita ... Vamos a ver, si fiero viene de feo, ya que se le parece bastante ... y ya que se empeña ... pues, hombre, que quiere que le diga, las escamas ya no se llevan mucho por aquí, salvo los reptiles que son bastante conservadores y se resisten a cualquier cambio por ventajoso que sea; la mayoría de nosotros hace tiempo que optó por el pelo o la pluma que son bastante más “chic” y más calentitos.- Le contestó el oso.

-Yo creo que fiera quiere decir hortera y rima y todo. Y la verdad que ir de verde por una pradera no denota mucho gusto.- apuntó el hipopótamo azul antes de que el dragón pudiera reaccionar.

- Pues, anda que a lo de echar fuego por la boca tampoco le veo nada de gracia, y tiene que ser incomodísimo además.- aportó también su guinda la jirafa.

- ¡Me cago en todos los de sangre caliente!- gritó el dragón montando en cólera- ¡Ya basta de cachondeo! No sé quiénes os creéis que sois, pero os advierto que yo soy el dragón más terrible de todas las bestias y de mí no se ríe ni San Jorge. 


Harto de tanta guasa, el dragón aleteó y cuando se hubo elevado por encima de     la marabunta de animales que asistía atónita a tan monumental enfado, le lanzó una llamarada enorme al oso que tan desafortunadamente había osado, valga la redundancia aunque nunca mejor dicho, contestarle, dejándolo más chamuscado que el hollín.

 

El resto de los animales rodeó a lo que quedaba del pobre oso perplejos, incapaces de asimilar semejante barbaridad. Y en estas estaban cuando un nuevo fogonazo alcanzó esta vez a la jirafa que por ser la más alta solía acostumbrar a llevarse así casi todos los golpes. Ahora sí que despertó el instinto de huida que durante tanto tiempo había permanecido en letargo, y se produjo una caótica estampida en todas las direcciones.


- Oye, Dolly, ¿estás segura de que esto de hacernos las suecas dará resultado? Porque mira que yo no lo tengo nada claro.

- Tú tranquila, Lupi, y confía en mí.

- Confía, confía ... ya me veo reducida a carbonilla como el pobre oso y la desdichada jirafa.

- Adiós, que me parece que ya nos ha visto.

- Voy a intentar solucionarlo por las buenas, pero si no diera resultado tengo un plan B: en cuanto se disponga a quemarnos le tenemos que dar la espalda lo más rápido posible.

- Ya, ¡como si la mala educación bastara con ese bicho borde!


El dragón no tardó en descubrir las dos nubecitas blancas en medio de aquel despejado cielo verde que era la pradera.

- Bien, bien ... por lo visto a vosotras os va la marcha, o ¿es que también queréis coger un poco de colorcillo por lo paliduchas que estáis?- Les increpó con sorna y desagradable el dragón.

- Perdone, señor dragón, - se atrevió a contestarle la ovejita Dolly derrochando firmeza a la vez que respeto-  si se ha sentido ofendido por los comentarios de mis compañeros. Le puedo asegurar que todo ha sido sin ninguna mala intención.

- Bueno, por lo menos hay alguien sensato en esta panda de bestias. Te agradezco el detalle linda ovejita, pero a estas alturas ya no hay quién me pare. Para malo, malísimo, el peor yo.

-  Pues a mí no me parece que sea usted tan malo como asegura.

-  Sí, tú encima contradícele, loca.- Le reprochó Lupita a Dolly entre dientes.

-  Pero, bueno, es que nadie me va a tomar en serio en esta tierra de cabezas de chorlito. ¡Qué barbaridad! Tiene razón mi abuela cuando dice que está cambiando el disco. Ahora veréis si no soy el dragón más capullo de todos.

Dicho esto, el dragón les lanzó una llamarada que las cubrió de fuego por completo. Sin embargo tras la humareda, el dragón pudo comprobar con asombro que las ovejitas permanecían intactas, y apenas se las notaba algo trasquiladas. Eso sí, Lupita no paraba de quejarse.


- Vaya, lo que me faltaba.-se lamentó el dragón- Definitivamente, está claro que hoy no es mi día.

- No se engañe Ud., señor dragón, por más que lo intente nunca conseguirá hacernos el menor quemazo. 

- Sí, venga ya Dolly, tú encima ponte gallito.- volvió a increparla Lupita.


El dragón lejos de entrar en razón, les lanzó lo más parecido al fuego eterno. Tanto fue así que llegó a arrasar varias fanegas de pradera, donde seguían destacando los bultitos bastante más menguados, eso sí, de nuestras dos indefensas ovejitas.

El dragón estaba completamente desconcertado. Había consumido todo el combustible disponible para ese día. Desolado e impotente rompió a llorar a moco tendido. 


Dolly, sin pensárselo dos veces, acudió a consolarlo.

- Vamos, vamos ... señor dragón, que un día malo lo tiene cualquiera ... hasta el más fiero de los dragones. De todos modos, déjeme decirle que ser malo, ni está de moda, ni sale rentable, ni nada de nada. En esta pradera hace ya tiempo que todos los animales decidimos dejar la maldad para siempre. Y desde entonces nos  va a todos muy pero que muy bien.

-¿Un dragón bueno?- contestó el dragón entre hipos y sollozos- pero ¿dónde se habrá visto semejante disparate?

- Que sí, señor dragón. Haga usted la prueba durante unos meses, y si transcurridos éstos no se encuentra a gusto, siempre podrá marcharse a otro lugar donde todavía exista la maldad y usted pueda seguir siendo el peor de todos.

- Está bien, probaré durante tres meses y cómo no me guste ya veremos.  

- Genial, señor dragón. Qué alegría más grande. No le defraudaremos.

- Solo una pregunta, Dolly: ¿Cómo habéis conseguido escaparos de mis llamas?

- Te responderé si tras los tres meses de prueba decides continuar entre nosotros.

- De acuerdo.


Unos cuantos meses más tarde el dragón se había olvidado de su fiereza y disfrutaba de la compañía y amistad de un montón de amigos que nunca antes había tenido. Así que confirmó públicamente que era muy feliz y que si le perdonaban por los daños que había causado a su llegada y lo aceptaban como a uno más, estaba dispuesto a quedarse para siempre entre ellos.


Naturalmente, el dragón fue perdonado y los animales ganaron un amigo que además les servía de mechero cada vez que les hacía falta calentarse o cocer algunos tubérculos.


Algún tiempo después, Dolly le confesó al dragón que la lana, si bien llega a quemarse lentamente, no hay manera de que prenda. Los dos celebraron entre risas tan curiosa propiedad.  

 


Iruzkinak

Blog honetako argitalpen ezagunak

Metamorfeosis

La promesa

El suspenso